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Simple maquillaje a la dependencia

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24.08.2024

Lejos de resolver los problemas que aquejaban a Cuba en esa época, este convenio acentuó el carácter monoexportador y monomercado de la economía, a la vez que frenó el incipiente desarrollo de producciones nacionales y la posible expansión de ramas industriales tradicionales

Por. / Pedro Antonio García*

Si alguna lección aprendió bien Franklin Delano Rossevelt, y las eminencias grises de su administración, tras el derrocamiento del Gobierno de los 100 Días, fue que Estados Unidos no podía seguir dominando a Cuba con mecanismos utilizados hasta 1933. El desembarco de marines solo debía usarse como recurso extremo, era demasiado costoso en términos económicos y políticos.

No hubo ayuda para quienes quedaron desempleados como consecuencia de la reducción de la cuota azucarera. / Autor no identificado

Más afín con su Política de Buena Vecindad, mejor les resultaba optar por la llamada intervención preventiva, que tan exitosos resultados había dado en la década de 1920: “aconsejar” a los gobiernos indóciles, amenazándolos incluso con la agresión militar, ejecutar presiones de todo tipo, inmiscuirse en los asuntos internos de esos países de distintas formas.

No es de extrañar que apenas a una semana de la “asonada suave” que derribó al Gobierno Grau-Guiteras, Washington reconociera diplomáticamente al régimen del dúo golpista, el sargento devenido coronel Fulgencio Batista y su presidente títere Carlos Mendieta, siempre asesorados desde el lado oscuro por el embajador Jefferson Caffery. El primer paso, sin dudas. Luego vinieron las propuestas maquinadas en el Distrito de Columbia.

Una reciprocidad poco recíproca

El gobierno de los Estados Unidos declaró públicamente su deseo de derogar la Enmienda Platt y suscribir, en cambio, un Tratado de Relaciones entre las dos naciones, lo cual se llevó a cabo el 29 de mayo de 1934. Como expresaría entonces el historiador Ramiro Guerra, el otrora apéndice constitucional no respondía en esa fecha “a ninguna necesidad internacional, puesto que en el mundo no hay una potencia que pueda ni que quiera crearle dificultades a los Estados Unidos dentro de su zona de influencia; cabe, en tal virtud, abandonar la Enmienda sin peligro alguno, como instrumento que cumplió su destino y ya es inútil”.

Dos de los tanques pensantes de la administración Roosevelt: el canciller Cordell Hull........

© Bohemia


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