El pueblo rompe los cerrojos
Hace 70 años, una amnistía firmada ante la fuerte presión popular permitió trasponer los barrotes del presidio a Fidel Castro Ruz y a los jóvenes que lo acompañaban en el Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos
Fotos. / PACO ALTUNA / Archivo de BOHEMIA
Faltaban cuatro días para el aniversario 60 del balazo mortal en Dos Ríos. El 15 de mayo de 1955, con el hecho trascendental de volver a la libertad, la Generación del Centenario que había traído de vuelta a José Martí, tenía nuevos retos: hacer realidad sus aspiraciones, al retomar la última carga por la dignidad plena de Cuba. El líder de la heroica acción Fidel Castro Ruz, como él mismo reafirmó, llevó en su corazón como guía, las doctrinas del Maestro.
El 13 de octubre de 1955, ingresaban al entonces Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos 26 combatientes. Pasados cuatro días, también se confinó en ese penal, el preso político número 3859, el doctor Fidel Castro Ruz, juzgado por el juicio 37/53 y condenado a 15 años de privación de libertad por encabezar el asalto a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo. Todos querían abrazarlo a la vez cuando hizo entrada en el pabellón Uno del hospital-prisión donde estaban encarcelados. Su presencia era un firme aliento.
Fidel convierte la prisión en un centro de entrenamiento. Desde allí podían forjar planes de lucha encaminados a enfrentar a la tiranía brutal del sátrapa Fulgencio Batista. El 19 de diciembre de 1953, fechó una carta dirigida al periodista santiaguero Luis Conte Agüero: “¡Qué escuela tan formidable es esta prisión! Desde aquí termino de forjar mi visión del mundo y completo el sentido de mi vida. No sé si será larga o si será breve, si será fructífera o si será baldía. Pero si siento reafirmarse más mi convicción de sacrificio y lucha”.
Se moldea el futuro
No se podrán adiestrar con fusiles, mas tendrán trincheras de ideas donde apoyar los libros como armas. Con el objetivo de superarse, fundan la academia de estudios Abel Santamaría y una modesta biblioteca, la cual bautizan con el nombre de Raúl Gómez García. Significaba un póstumo homenaje a otro compañero muerto.
Sobre la insistente consagración de sus compañeros al estudio, el líder del Moncada señala el 22 de diciembre de 1953: “Los muchachos son........
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