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Loló y su influencia en la cultura cubana

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24.08.2024

Se habla poco acerca de la obra de Loló de la Torriente, destacada periodista, escritora, crítica, profesora y activista cubana. Autora de numerosos ensayos sobre la literatura hispanoamericana y cubana, se convirtió en una de las figuras más leídas y relevantes de su tiempo, reconocida como una de las críticas de arte más influyentes del siglo XX, especialmente en el ámbito de la pintura cubana y el muralismo mexicano, según especialistas en la materia.

Loló fue una colaboradora fiel de nuestra revista BOHEMIA, en la que se publicaron varios de sus trabajos significativos. Por este motivo, la sección BOHEMIA VIEJA desea conmemorar el aniversario de su nacimiento proponiendo la relectura del artículo “Memoria y Razón de Loló de la Torriente”, escrito por el destacado periodista Virgilio López Lemus y publicado el 18 de septiembre de 1982.

Este texto ofrece un detallado recorrido por su vida política en pro de los derechos y la educación de las mujeres en Cuba durante los años 30, así como su labor como reportera. También sobresalen sus obras publicadas y su compromiso inquebrantable con la nación cubana y su gente.

Memoria y razón de Loló de la Torriente[1]

Por. / Virgilio López Lemus

Dibujo de Xiomara

Portada de la edición no. 38, 17 de septiembre de 1982. / Fotografía de Aramís Ferrera Lorenzo.

Nacida el 22 de agosto de 1906, la vida de Loló de la Torriente ha sido intensa. En el plano cultural se ha ocupado de asuntos muy diversos y se le reconoce una amplísima labor como periodista, crítica de arte y literatura, ensayista y narradora de hermoso vuelo imaginativo. Ella no necesita presentación para los que siguen su palabra impresa desde la década de 1930 y ni siquiera su nombre pierde vigencia para las más jóvenes generaciones de cubanos que pueden apreciar en nuevos trabajos su directo estilo de expresión, no exento de peculiar elegancia idiomática.

Loló no ha dejado de escribir nunca, desde que una tarde del final de la década de 1920 se apasionó con la lectura del libro Hombres y máquinas. Entonces escribió una nota sobre esta obra y se la mostró a su amigo José Antonio Fernández de Castro. El gran polígrafo detectó enseguida el ingenio en formación de aquella joven estudiante de Derecho que ni soñaba con ser escritora. La nota apareció poco después en Orbe y, cuando Loló la tuvo en sus manos, devuelta ya por el arte de la impresión, se sintió emocionada y comprometida. Pero ahora que descubría el poder de difusión que alcanzaba lo impreso, la ocasión no era propicia para dedicarse al solo arte de la crítica literaria cuando el país padecía la dictadura de Gerardo Machado.

1929 y 1930. Escribía en una pequeña publicación de la CNOC, consagrada a los asuntos de la mujer trabajadora en Cuba. Alma Mater recibía sus colaboraciones y militaba en Defensa Obrera Internacional, organización creada por el Partido Comunista. Loló había asistido al I Congreso Nacional de Estudiantes de 1923, cuando estudiaba en el Instituto No. 1 de La Habana y sostenía excelentes relaciones con Julio Antonio Mella. En 1930 fundó una escuela, luego de haberse graduado en el año anterior como abogado; utilizó los locales en horario nocturno para impartir clases gratuitas a numerosas trabajadoras y continuó su activa vida política de oposición a la dictadura machadista. Conocía a los más destacados intelectuales de la época; su círculo de amistades incluía a muchos de los que fueron hombres y mujeres prominentes de su generación y que han dejado honda huella en la vida social y cultural cubana. En Mi casa en la tierra (1956) narra sus vínculos con personalidades como Varona, Fernández de Castro, Martínez Villena, Mella y otros muchos que fueron para ella ejemplos de esplendor humano. Entre sus recuerdos imborrables de esta época se encuentra aquel 30 de septiembre de 1930, cuando le tocara organizar la capilla ardiente donde yacía Rafael Trejo; Loló participó valientemente en ese sepelio histórico, convertido en manifestación de duelo y de protesta popular.

Ahora, consagrada a la lucha revolucionaria, recorría la Isla, participaba en actividades obreras con los trabajadores azucareros de Las Villas y Camagüey, así como con las despalilladoras y tabacaleras de Santa Clara y Pinar del Río. La caída del tirano, en 1933, la sorprendió en plena actividad política en Camagüey.

En 1935, en un segundo viaje a los Estados Unidos, fue acusada de propaganda subversiva y arrestada en Miami por dos agentes cubanos, mandados por Batista, en combinación con el FBI, y luego deportada a Cuba. En La Habana fue sometida a juicio por los Tribunales de Urgencia, condenada a un año de prisión y remitida a la Prisión Nacional de Mujeres (Guanabacoa), donde estaría hasta finales de 1936.

En 1937 partió para México. Allí comenzó su más activa vida como escritora. Se inició colaborando en una revista de poca circulación del Partido Comunista mexicano, y colaboraba en El Nacional y El Popular; luego se dedicaría intensamente al periodismo en las páginas del diario Novedades, donde llegó a ser editorialista y a ocuparse del Sector de Palacio (Presidencia de la República) en el sexenio del licenciado Miguel Alemán. Estaba ya asimilada a la vida mexicana y profundamente........

© Bohemia


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