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Cuba ¿capitalista? No: ¡definitivamente socialista!

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30.01.2024

La situación actual de la primera experiencia socialista en tierra latinoamericana llama a la reflexión para toda la izquierda. Cuba no renuncia al socialismo, pero cada vez se le hace más difícil mantenerlo. ¿Por qué? Porque construir el socialismo en un solo país en medio de un mar embravecido de ataques capitalistas, la experiencia lo demuestra, es casi imposible. O, al menos, abre el interrogante de cómo construir alternativas anticapitalistas sostenibles, con miras a un mundo distinto -que tendrá que venir en un futuro, cuando los socialismos ya no sean islas perdidas- en el actual planeta globalizado dirigido por poderes fabulosos.

Para hablar de la revolución cubana empecemos con una cita de Fidel Castro que marca el talante de lo que está sucediendo allí desde 1959: "En el mundo hay 200 millones de niños de la calle. Ninguno de ellos está en Cuba". Sin el más mínimo lugar a dudas, la revolución socialista que ahí tuvo lugar hace ya más de 60 años, ha mejorado sustancialmente la vida de la población. Eso es innegable. Medida la situación actual de la isla con parámetros de ingreso per capita, Cuba no aparece como un país rico, de altos ingresos. Pero no debe olvidarse que el socialismo se construye con otros parámetros: lo que falta allí son los oropeles que ofrece -mejor dicho aún: que obliga a consumir- el capitalismo. Si no hay niños en la calle, he ahí un logro fabuloso. Para la corporación mediática capitalista, sin embargo, cuentan más los shopping centers repletos de mercaderías -aunque muy pocos las puedan comprar- que la calidad de vida de la población.

El proceso revolucionario cubano inició cambios enormes en la sociedad, tal como lo han hecho siempre estos procesos de transformación socialistas. Debe tenerse en cuenta también que Cuba se liberó del yugo imperial estadounidense teniendo como apoyo imprescindible a la Unión Soviética que, para ese entonces -aún con el criticable estalinismo vigente- era una gran potencia en ascenso, disputando su Guerra Fría con el gigante norteamericano. Sin el apoyo de Moscú la revolución cubana se hubiera visto en serias dificultades.

De hecho, luego sí se vio en esa situación. Toda su vida estuvo marcada -y sigue estándolo- por la agresión inmisericorde de Washington. Desde el mismo momento de la revolución, en la Casa Blanca se prendieron las alarmas; ello trajo como una consecuencia inmediata la puesta en marcha de la Alianza para el Progreso, primera iniciativa de "cooperación" para el desarrollo -por supuesto, ¡con comillas!, porque no existe ninguna cooperación- destinada a Latinoamérica. Claramente un proyecto que buscaba que no se repitiera ninguna Cuba en el continente, un parche de agua fría sobre la pobreza crónica y exclusión de la zona, buscando evitar nuevos estallidos revolucionarios. "Estrategia contrainsurgente no armada", como la consideraban los manuales de la CIA de esos años; mecanismos que luego se perpetuarían para todo el Sur global -o........

© Aporrea


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