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Las democracias liberales contra el mundo

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04.11.2024

A propósito del artículo de Josep Ramoneda, periodista y filósofo (lo que me parece incompatible, pues el periodista no filosofa), "Estados Unidos y la deriva autoritaria" con la entradilla "Trump personaliza las amenazas en todo el mundo a la democracia y las sociedades liberales", aquí presento mis reflexiones sobre un asunto que hace tiempo me inquieta. Y me inquieta, porque precisamente la principal objeción a las democracias liberales es el libertinaje, su política de indudable libertinaje, sobre todo en materia internacional. Porque en la política doméstica, los escasos y verdaderos límites que en la práctica se pone a la libertad de mercado y al ejercicio de la política a los políticos, son la causa de la causa de flagrantes injusticias. Con esto está dicho casi todo acerca de la prevalencia de las democracias liberales que manifiestamente exalta Josep Ramoneda. Pero también podemos empezar a cuestionarlas por otras vías. Por la crisis del lenguaje, por ejemplo. Especialmente el castellano pero también, me sospecho, común en todas ellas. Crisis que conduce a una vacilante u ostensible indefinición de muchas cosas, y desde luego de las ideologías hasta ayer más o menos tradicionales. Crisis que sobreviene en unos tiempos en que, si se presta una atención pormenorizada al asunto, los cambios de sentido y significado en todo son, más que frecuentes habituales. Algo que acusamos sobre todo quienes tenemos una edad avanzada. La indefinición, clara, abarca a distintos aspectos de la vida política y social, tanto en la nomenclatura política nacional, como en la política internacional. Ello, en parte precedido de la indefinición que abunda en el lenguaje común. Siempre fue así con el paso del tiempo, pero ahora vertiginosamente. Las "actualizaciones" informáticas se imponen. Desaparecen palabras coloquiales por caducas, pero también palabras, ideas y conceptos básicos abstractos fundamentales necesarios, que no han perdido vigencia ni significado porque los necesitamos no sólo para entendernos entre todas las generaciones, si no también para comprender comportamientos; desde la conducta política hasta la familiar. No se pueden obviar palabras como prudencia, temeridad, deber, compromiso, puntualidad, fidelidad, lealtad… Pero a ello se suman cambios de diversos paradigmas en el uso del lenguaje político, que a su vez dan lugar a la transversalidad de las ideologías. Todo lo que ha de producir necesariamente desconcierto en las masas y en las individualidades; desconcierto que exige un paciente reajuste de los planteamientos políticos, de los problemas anexos, y una revisión de las nuevas prioridades registradas por las ideologías que dan señales de estar siendo modificadas. Por ejemplo, en España, las izquierdas, socialismo y socialismo real que desde 1789 tenían como principal paradigma........

© Aporrea


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