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La crítica y el encuentro con lo otro

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18.02.2025

Hace poco el azar volvió a poner en mis manos algunos libros de ensayos y crítica de autores diversos y entrañables: Ángel Rosenblat, Picón Salas, Harold Bloom, Juan Liscano, Octavio Paz… La verdad, tenía unas ganas secretas de leer ensayos y me di verdadero gusto leyendo textos al azar de estos escritores; me sentí de nuevo inmerso en prosas de interpretación que, como las de estos autores, se disfrutan desde un plano estético o de placer escritural, a la par de la lucidez que puedan comportar como obras de pensamiento o reflexión. El ensayo, como forma literaria que es, narra a la vez que interpreta; su manera de experimentar está implícita en su propio nombre, su núcleo es más la duda metódica que la certeza; un género (en caso de que lo sea) nutrido más de las preguntas que de las respuestas; juega con diversas referencias culturales, coloca a quien lo ejerce en un territorio de intuiciones y figuraciones más que de confirmaciones o afirmaciones; el ensayo es en sí mismo una prueba, una apuesta de la libertad de pensamiento en estrecha relación con el ejercicio del criterio, esto es, de la crítica, que cuando se la denomina así a secas intenta trazar vínculos, comparar, buscar analogías y correspondencias y finalmente sopesar qué estamos leyendo, porqué lo hacemos o cómo lo hacemos. A través de la crítica tratamos de ser más asertivos, al ubicar y valorar las obras producidas en el seno de una sociedad, y de asociarlas al conjunto de fenómenos sociales, científicos, humanísticos o económicos donde éstas se producen.

Me gusta, por ejemplo, leer los libros de crítica del escritor estadounidense Harold Bloom; los escribe de una manera sencilla y atractiva: Cómo leer y por qué y ¿Dónde se encuentra la sabiduría? se titulan dos de ellos; me gusta el modo con que Bloom va abordando autores de diferentes países y épocas, agrupándolos temáticamente por géneros; por supuesto no nos da recetas o métodos para leer, sino de cómo podemos leer a ciertos autores tratando de sacar de ellos lo mejor. Tampoco nos dice cómo leerlos precisamente, sino cómo ubicarnos mejor en el momento de leerlos, dándonos ciertas pistas significativas. En Cómo leer y por qué, en la sección Cuentos, los autores van desde Iván Turguéniev o Antón Chéjov, pasando por Maupassant, Hemingway, Nabokov, Borges o Italo Calvino, mientras en Poesía asistimos al examen de Tennyson, Browning, Whitman, Milton, Shakespeare, Coleridge, Shelley, Keats; en Novela asistimos al abordaje de Dickens, Cervantes, Dostoievski, Proust y Mann, para aterrizar en contemporáneos como Pynchon, Ralph Ellison o Toni Morrison.

Pongo el ejemplo de Bloom porque es quizá lo mejor que he leído en materia de crítica literaria en los últimos años, y porque exhibe varios rasgos notables en favor de la lucidez crítica: claridad, precisión, capacidad de relacionar y trazar analogías, sinceridad, y sobre todo, recuperación de la ironía como método de observación. En su prefacio a Cómo leer y porqué, Bloom nos dice que "leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o a la de quienes pueden llegar a serlo. La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad", nos dice, agregando que "la mejor forma de ejercitar la buena lectura es tomarla como una disciplina implícita; en última instancia no hay más método que el propio, cuando uno mismo se ha moldeado a fondo. Como yo he llegado a entenderla, la crítica literaria debería ser experiencial y pragmática antes que teórica."

Luego también nos da una clave de lo que ha aprendido de sus maestros Samuel Johnson y William Hazlitt, quienes practican su arte "a fin de hacer explícito, con cuidado y minuciosidad, lo que está implícito en un libro." Bloom no hace elogios ni se pierde en impresiones, sino que afirma, explica, razona, y a su vez, tiene como maestro al doctor Samuel Johnson, probablemente el crítico literario más célebre de la lengua inglesa, que despojó a la crítica de los oficios académicos, y se lanzó al ruedo con sus opiniones y juicios certeros. En este sentido, el libro de Harold Bloom es un ejemplo de qué o cómo hacer para contextualizar rápidamente a los autores, y en pocos párrafos extrae de ellos datos significativos (y muchas........

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