Genocidio y deuda
La noche ha caído sobre Europa. Una espesa y larga noche sólo interrumpida por resplandores bélicos y motines en los suburbios. Ya han caído numerosos ídolos, gigantes de pies de barro otrora tenidos por dioses: el Estado del Bienestar, la libertad de expresión, el juego limpio en democracia, la Declaración de los Derechos Humanos…
La noche de Europa significa para nosotros padecer su condición de colonia. Formamos parte de esa red de colonias que los norteamericanos forjaron tras el Nuevo Orden Mundial de 1945: junto a Europa occidental, Australia, Japón, Hispanoamérica… De sus redes han ido escapando no pocos países que, no ha mucho, se calificaban de "tercermundistas". Este era un término despectivo que encubría, en realidad, un descarado intercambio desigual y una mengua de la soberanía nacional debido a las maniobras yanquis en los mismos. Maniobras siempre dirigidas a convertir países supuestamente libres y soberanos, en cárceles de pueblos y colonias económicas del Imperio.
El colonialismo clásico, aquel en donde una metrópoli mantenía un exiguo cuerpo de militares y funcionarios en tierra extraña, saqueando en lo posible sus recursos y explotando ad libitum a sus indígenas, ha dado paso al colonialismo capitalista, estrictamente económico. Este colonialismo económico fundamentalmente se ejerció, tras las descolonizaciones posteriores a 1945, a cargo de empresas trasnacionales con poder suficiente como para quitar o poner presidentes y gobiernos indígenas, sobornarlos, asesinarlos o reclutarlos como asalariados de facto. De esta manera, los países "tercermundistas" conservaban su bandera, su ejército (sólo apto para desfiles y para represión de sus propios pueblos), su asiento en la ONU, y demás oropeles, pero en la cruda realidad pedestre de las relaciones económicas eran unos estados tratados como verdaderas colonias extractivas. Cualquier medida "soberanista" era abortada por medio de golpes de estado, revoluciones de "color", guerrillas paramilitares, atentados terroristas, escándalos judiciales de laboratorio, etc.
Las trasnacionales occidentales eran empresas productivas que, en general, precisaban materias primas baratas o casi gratuitas, y también mano de obra dócil, igualmente barata o incluso semiesclava, junto con gobiernos nativos corruptos y no menos sumisos. Cuando las herramientas puramente económicas del soborno, la cooptación, y la infiltración extranjera (universidades, fundaciones, oenegés, partidos) no eran suficientes, siempre quedaba la opción de la intervención directa de la CIA y del propio ejército imperial yanqui. Formalmente, no siempre había intervención política extranjera, pero materialmente siempre existía. Y el mayor intervencionista extranjero en beneficio de las trasnacionales siempre ha sido el mismo desde 1945: los Estados Unidos. Las trasnacionales británicas y........
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