Yo soy la puerta de las ovejas: Una mirada a la metáfora del rebaño
Era una tarde apacible, en la que la majestad de Dios se hacía presente a través de un crepúsculo de cielos en tonos anaranjados, que abarcaban todo el horizonte. El pastor se encontraba junto a su rebaño, ya recogido para el descanso de la noche; mientras las ovejas se iban acomodando unas cercanas a otras, el pastor elevaba su mirada al poniente, agradeciendo a Dios por un día más de labores, por un día más de vida que llegaba a su ocaso.
Al elevar su alma en una oración de gratitud, miró a su rebañó y recordó las Sagradas escrituras: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino…” (Isaías 53:6) Él, más que nadie, en su labor de pastor, conocía en profundidad la naturaleza de las ovejas. Además, recordaba que desde los patriarcas hasta su Maestro, el Señor Jesús, la imagen del rebaño era y había sido una de las más poderosas para describir la relación entre Dios y su pueblo. Precisamente, el Maestro usó esta imagen para describir su relación con ellos, sus discípulos: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”. (Juan 10:27)
Los días habían pasado como el que absorto en un libro pasa una página tras otra. El maestro ya no estaba entre ellos, pero ciertamente estaba con ellos. Y, en ese atardecer, con su alma apegada a sus enseñanzas, daba gracias y recordaba cada una de sus palabras. Como pastor de rebaño sabía que una oveja no puede sobrevivir sola. A diferencia de otros animales salvajes, las ovejas no tienen un instinto de defensa agudo ni fuerza para luchar. Son vulnerables, torpes al correr y con visión limitada. Necesitan la guía, el cuidado y la protección constante del pastor.
Para cada oveja, lo importante es mantenerse en el camino del Pastor. El profeta Isaías lo expresó con claridad: “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que Él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará”. (Isaías 35:8) Entonces pensó: No es la torpeza que nos aleja de la presencia del amado Pastor, es el desviarnos del camino. Como las ovejas que se exponen a toda clase de peligros al andar lejos del pastor, también el alma humana cuando se aleja de su Creador, pronto se pierde en medio de todas las amenazas espirituales del mundo.
Al darse cuenta de la meditación de su corazón, pensó en sus hijos; entonces, se entristeció, pues cada uno de ellos andaba como ovejas sin pastor. La oración silenciosa de su alma se convirtió en un grito de socorro. La suave........
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